viernes, 5 de junio de 2009

HABIA UNA VEZ...


Dic.-1997

Había una vez un país muy, pero muy lejano. Tan lejano, que casi se caía del mapa.
En él vivían los amnesiantinos, un pueblo que siempre olvidaba todo de un día para el otro. Y la vida transcurría tranquila y olvidada en Amnesiantina, hasta que llegó un viajero de largas patillas y preguntó por el rey.
Los guardias de la frontera le indicaron que siguiera por el camino del olvido y llegaría pronto al palacio rosado del rey de los grandes bigotes y las marcadas ojeras
En el palacio, el monarca le agradeció su visita y le preguntó qué podía hacer por él. El viajero se enderezó y una mágica luz lo envolvió y su voz tronó por todo el reino - ¨Soy el emisario del gran monarca de las tierras del septentrión. Mi misión es trasmitirle el descontento de su GRAN MAJESTAD DEL NORTE que no recibe sus tributos como había ordenado”.
El rey de las marcadas ojeras y los grandes bigotes respondió asustado - ¨Pero señor mensajero, no puedo pedirle más sacrificios a mi pueblo, si lo hago provocaría una rebelión ¨ Y el enviado cambió su semblante amistoso, sacó la varita indúltera y pronunció las palabras mágicas - ¨Fondus Fondus Monetarius Internacionalis¨ al tiempo que apuntaba con ella al trono.
Y una espesa nube cubrió al reino, y ya nada fue igual.
Los corruptos mercaderes le negaron al reino su ayuda y cerraron sus talleres. Los hombres y mujeres se pelearon por un pedazo de pan. Los hijos negaron a los padres y se negaron a estudiar.
Ya nada fue lo mismo en el reino de Amnesiantina.
Pero como allí todo se olvida de un día para el otro, nadie se dio cuenta que había un nuevo rey, el de las Largas Patillas, que había sido enviado por el gran monarca del septentrión. Y todo siguió igual.
Y colorín colorado, este cuento ya lo he olvidado.

Espartaco

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